Carta de un amor en espera
Ese día, el abatimiento me llevó a escribir una carta.
14 de febrero
Mi bien amado:
La angustia de no estar contigo se acrecienta día a día. Muchas veces me pregunto si en verdad me amas, si en verdad necesitas de mí como yo de ti.
Desespero por una palabra, una simple señal que certifique tu presencia. Me resisto a creer que no estarás en mi vida, ya que ese amor con el que sueño, el que solo tú puedes darme, es lo que me ayuda a enfrentar cada jornada.
Las épocas en que soy paciente, los días pasan rápido, igual que el vuelo del colibrí. En cambio, las ocasiones en que me invade la ansiedad, cada minuto es una eternidad; y en el último tiempo, la necesidad impetuosa de estar contigo está torturando mi alma.
¡Cómo duele tu silencio! Ni siquiera un indicio que asegure que la espera no es en vano. ¿O es que no estaremos juntos en esta vida? Si así fuera, quisiera desaparecer y surgir en una nueva, en la que pudiéramos fundirnos uno en el otro.
En cuanto vengas te reconoceré sin palabras, sin caricias, sin miradas. Tu esencia me llevará a ti. Mi alma gritará tu nombre: ¡Amor!
Al menos mírame y sentiré el roce en la piel; flotaré hasta que el rocío de las nubes humedezca mi rostro. Y aunque no sea la hora de descubrir nuestro amor, eso bastará para darme fuerzas en la espera. Llegado el momento, me encontrará dispuesta a todo. Y cuando al fin estemos juntos, tendremos la vida, la felicidad, la paz. Ningún obstáculo que interponga el destino podrá hacer desaparecer esos sentimientos.
¿Acaso esta alma mía se equivoca? No lo creo.
Sí, creo que existes, en este mundo o en otro. Eres mi equilibrio, mi escudo, mi espada. Ven pronto, te esperaré, trataré de ser paciente, a pesar de que las fuerzas se están agotando. Mi mente entreteje crueles pensamientos de una vida sin ti, amor. Tantas noches de lágrimas en silencio me harán enloquecer de tristeza.
Mi alma nunca desistirá de este amor; si no te revelas, dentro de poco llegará el fin.
¡Ven con tu luz, ilumina mi existencia! ¡Ven rápido!
Tu alma gemela
Al terminar, las palabras se despegaron del papel. Volaron hacia la ventana que estaba abierta y desaparecieron en el cielo claro, camino a su destinatario. La alegría del amor volvió a mí con el asombro de la instantánea respuesta.
Corregido por Hilda Lucci.